viernes, 20 de julio de 2012

CAPÍTULO XIII (b): Teoría sobre una gramática de los textos iberos.


Continuamos con el análisis y resumen del libro TEXTOS IBEROS -de Mario Gómez-Morán Cima-; en su capítulo XIII (segundo), donde trata sobre las reglas gramaticales que conforme a su teoría, posibilitarían traducir el idioma prerromano peninsular. Tal como hemos realizado en artículos previos, recogeremos las páginas del libro en imágenes, resumiendo a un lado -o a "pié de foto"- su contenido (en letra cursiva). Tras ello, en párrafos siguientes, expresaremos nuestras opiniones y diversas teorías -en ocasiones conformes con las de Mario Gómez-Morán y en muchas otras, divergerte-:

AL LADO:
Página primera del capítulo XIII (b): Como expusimos en algunas entradas anteriores, para Mario Gómez-Morán los textos iberos fueron escritos en un dialecto heleno, muy relacionado con los griegos arcaicos. Un idioma cercano al jonio; algo que hemos intentado razonar explicando claramente cómo las letras de los silabarios ibéricos son de origen Egeo. LLegándose a dar en nuestras tierras, incluso un alfabeto de tipo jonio, formado en Levante antes del siglo IV a.C., usado tan solo para escribir la lengua ibera. Considerando así este autor que la epigrafía prerromana de nuestras tierras fue redactada en un idioma cercano a los dóricos (comunes en el Egeo en tiempos muy antiguos). Consecuentemente, nos dice al comienzo de este capítulo que su gramática ha de ser sencilla; pudiendo considerarse una simpificación de las greco-arcaicas.
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Pasa luego a afirmar que una traducción sin gramática carecería de cualquier valor científico. Algo que parece evidente, ya que un idioma no son solo palabras; debido a que la gramática articula y dá un valor determinado a esos términos, que sin un órden regulado serían incomprensibles -tanto que una misma expresión con un simple cambio gramatical puede significar casi lo contrario (de ello que no sea lo mismo "ser malo" que "estar malo")-. Tras todo lo expuesto, para terminar su primer epígrafe expresa que el sentido de la escritura ibérica carece de reglas absolutas. Aunque normalmente en los idiomas del Noroeste y del Levante, suele redactarse de izquierda a derecha (como las lenguas indoeuropeas); mientras la epigrafía del Sur y Suroeste (alfasilabarios turdetano o tartessio) comunmente se lee de modo inverso -como si se tratase de un idioma semita-. Existiendo también escritos en "bustrófedon" (comenzando por un lado diferente en cada linea) y siendo muy comunes los casos en los que aparece una inscripción con sentido "extraño" o ajeno a la forma normal de su lectura -redacciónes que llegan a ser en espiral, círculos, espéculum y etc-.


AL LADO:
Página segunda de este capítulo en la que trata sobre la puntuación y signos al margen de las letras. En primer lugar hemos de destacar el hecho de que en los alfabetos iberos no haya mayúsculas, careciendo este idioma escrito también de otros signos ortográficos (ni siquiera acentos o los "espíritus", tan comunes como indispensables en el griego). Teniendo tan solo unas lineas de puntos que actuan como separadores, siendo estas similares a departidores con varios puntitos (:). Separadores que a su juicio actuarían como "puntuación" gramatical, cuya misión sería demarcar cada frase (no delimitar palabras, tal como comunmente se considera). Añadiendo que en ocasiones, no escribieron el ibero utilizando estas columnas con puntos, lo que aumenta su dificultad de comprensión.
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Termina su razonamiento explicando que los textos de Homero, también se escribieron en un principio de forma muy arcaica y con una manera similar, redactándolos "de seguido" y sin signos gramaticales. Posteriormente ratifica que el conjunto de signos que se encuentran entre separadores no pueden ser considerados palabras, siendo para él "frases". Es decir: Un conjunto de palabras unidas o aglutinadas, aunque entre ellas pueda haber crasis y abriviaturas. Lo que explica que muchos autores las denominen "entradas", habida cuenta de que lo que se halla delimitado por estas lineas de puntos son claramente varios vocablos muy diferentes. Finaliza la página marcando unas pautas para explicar las primeras normas gramaticales que para él contendría el idioma escrito ibero. Habiendo de tenerse muy en cuenta que aquella epigrafía -en su consideración- está redactada en al modo en que fonéticamente era pronunciado cada vocablo (tal como se hablaba). Es decir, que se escribía del mismo modo al que se conversaba y consecuentemente una frase como "todo para ti", puede estar recogida en una de esas "entradas" separadas por lineas con la forma en la que realmente se expresa al decirse coloquialmente: (:)To Pa Ti(:) -ejemplo en castellano de lo que pudo suceder hace casi tres mil años en nuestras tierras al recogerse un idioma extranjero-. Habiendo de entender el traductor de algún modo similar a este, cómo se hablaría el griego arcaico en la Península por aquel entonces. Un idioma que cree recogieron de manera "burda" o simplificada epigrafistas militares (fundamentalmente) entre los iberos; no sacerdotes ni hombres de cultura que se interesaran por redactar correctamente la lengua de Homero.


 


Comenzamos el comentario de las dos primeras hojas de este capítulo, empezando por las ideas que expone desde su principio: Nos habla Mario Gómez-Morán de que el idioma en que redactaron los textos iberos ha de ser un griego arcaico de tipo jonio o dórico. Tal como vimos en anteriores entradas, la gran mayoría de los signos alfabéticos y silábicos ibéricos son Egeos; mar donde en verdad se hablaron numerosos dialectos helenos de origen jonio. Consecuentemente, la teoría que nos presenta es la de que los textos iberos están escritos en caracteres nacidos de las islas griegas (o de sus inmediaciones), habiendo sido redactados además en un mismo idioma y gramática helenos. Algo que sin duda puede ser factible -aunque no lo compartimos- y sobre lo que desearíamos añadir que de estar redactados los textos iberos en un griego arcaico, en nuestra opinión quizás habría de considerar más bien que fuera un dialecto de tipo "arcadio".
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Concretamente sería el llamado arcado-chipriota, que se habló en Chipre hasta el siglo IV a.C.; lengua en la que se redactaron múltiples tablillas silábicas de aquella isla. Atreviéndonos a afirmar que la forma dórica o jonia a la que se refiere Mario Gómez-Morán, en mi opinión hubo de ser más bien una de Arcadia. Ello, porque este dialecto greco-arcado fue el que permaneció y se habló en Creta y aún más en Chipre. Islas que pudieron originar la escritura y lenguaje redactado de los iberos; tal como en diversos estudios hemos dejado sobradamente probado y demostrado (ver entradas anteriores). Comprendiéndose en nuestros mencionados trabajos, que la gran mayoría de los símbolos alfabéticos y silábicos iberos, son de origen creto-chipriota. Signarios prerromanos peninsulares que apenas contenienen algunas letras egeas ni griegas -propiamente dichas-; al margen del famoso alfabeto jonio, desarrollado posteriormente y de forma independiente a los verdaderos silabarios iberos (autóctonos).
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Por todo ello, la hipótesis de que los textos prerromanos de nuestras tierras hayan sido redactados en una lengua egea no puede desecharse. Algo que se sustenta en el hecho cierto de que sus signos epigráficos tengan este origen. Aunque, como hemos dicho anteriormente, en mi opinión personal el idioma en que se redactaron no fue el arcadio-chipriota (ni menos en un griego arcaico); sino en una lengua muy anterior y relacionada con las de Anatolia. Formas que importarían a nuestras costas -previamente al siglo VIII a.C.-, las gentes eteo-chipriotas y eteo-cretenses venidas desde aquellas lejanas tierras. Trayendo hasta nuestra Iberia el idioma que se hablaba y escribía en Creta y en Chipre previamente a la invasión doria -ocupación llegada a esas islas tras el siglo XII a.C., y que extendió la lengua inoeuropea que posteriormente derivó hacia la helena-.


AL LADO:
Sistro egipcio de época tardía (hacia el siglo VI a.C.), que representa la diosa Athor junto dos cobras coronadas -pertenece al Museo Egipcio de El Cairo, al cual agradecemos nos permita divulgar su imagen-. Esta conocida pieza estudiada por el experto en musicología antigua H. Hickmann, es un claro ejemplo de las influencias egipciantes en los objetos tartessios. Viéndose en ella una relación estrecha con los bronces de periodos coétaneos que se dan en la Península Ibérica, y a los que llamamos "orientalizantes". En la foto bajo estas lineas se explica algunas comparaciones y particularidades de estas representaciones de dioses de egipto, con otras muy semejantes que aparecen en el Sur de España (fechadas entre los siglos VIII al VI a.C.).
ABAJO: Bronce tartessio orientalizante, denominado de Carriazo, al haberlo adquirido y donado al Museo Arqueológico de Sevilla este profesor que fuera experto en Tartessos (civilización que para Juan de Mata Carriazo debiera escribirse con "Tartesos"). Agradecemos al Museo sevillano nos permita divulgar la imagen de esta diosa athorida, que representa claramente una señora entre animales (al igual que sucede con las esculturas de la misma divinidad egipcia). Si aumentamos la foto observaremos que incluso presenta entre sus atributos el peinado igual al de la deidad del Nilo, con las orejitas saliendo entre dos bucles (pelo denominado athoride y que simboliza la Luna o los cuernos de la vaca). Tanto como en su pecho podemos ver las famosas flores de loto típicamente egipcias, junto a adornos cuyo simbolismo se relaciona con los rituales de Athor y con la salida del Sol (tanto como con la circuncisión, que se representaba en aquella flor de rio abierta, emergiendo entre dos hojas). La pieza de bronce fue hecha en la Península Ibérica, lo que obliga a pensar en una estrechísima unión de cultos y simbología con el oriente mediterráneo. Tanta que como vemos, hubo deidades en Tartessos directamente unidas a las egipcias; aunque con unas características más típicamente del Sur de Guadalquivir que del Nilo (como resultan las dos ocas o patos que sujeta la diosa, totem típico de pueblos asentados en marismas o de gentes navegantes). Estas Athor fueron en ocasiones representadas junto a ánades; pese a que la figura tartessia evoca claramente las Marismas del Guadalquivir y la cultura del Suroeste peninsular a comienzos de la Edad del Hierro (un tanto ajeno al mundo egipcio). 




Por cuanto exponemos y dijimos con anterioridad, mi teoría personal es que las gentes micenias que se vieron obligadas a emigrar de Creta huyendo de los dorios. Primero fueron hacia Chipre -tal como demuestra el hecho de que allí permaneciera la cultura cretense "refugiada hasta el siglo IV a.C.-; pero más tarde vienen al Occidente remoto. Llegando seguramente desde sus islas tras el siglo IX a.C., para comerciar nuestros metales; aunque quizás hubieron también de venir para refugiarse tras la aparición del nuevo armamento. Subsistiendo de ese modo en paz en tierras tan lejanas como apartadas, para situarse fuera del alcance de los nuevos dueños del Mediterráneo: Los hombres de "El Hierro". Permaneciendo así aislados -y a refugio de los dorios- estos pueblos cretochipriotas que sabemos hablaban lenguas micenias -herederas en parte de las minóicas- que redactaban en un sistema silábico. Signos que evidentemente trajeron a nuestras tierras los cretenses o los de Chipre, puesto que no pudieron generarse aquí de manera espontánea y aislada (al ser una escritura tan similar la de aquellos y la ibera).
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Durante estos siglos de convulsiones históricas, en los que los dorios expanden su poder y acaban con el mundo micenio; los antiguos habitantes de las islas griegas hubieron de buscar un lugar donde establecerse. Haciéndolo fundamentalmente en Chipre o en las costas cercanas a Canaan, donde serían denominados "filisteos"; pueblo que conocemos por La Biblia y de costumbres muy distintas a los púnicos -aunque asociados o amigos de aquellos, quienes quizás les permiten ser vecinos y asentarse en Oriente Medio, con el fin de que acutaran como fronterizos con los israelitas-. De tal manera, para todo ello -la subsistencia de los huidos de Creta en Chipre o en tierras de Canaan-, sería indispensable la tutela y ayuda de Fenicia; civilización también del Hierro y por entonces emergente. Nacida de una amalgama de culturas semitas, "reunidas" junto a la milenaria Biblos y en contacto comercial con Egipto. Púnicos que de algún modo protegerian a los descendientes de los micenios y minóicos, seguramente a cambio de que aquellos les transmitieran los "secretos" de su mundo anterior (solicitando una absoluta colaboración de los refugiados en materia de navegación y tierras lejanas). Por lo que estos cretochipriotas principalmente aportarían a los fenicios sus conocimientos del mar y cuanto sabían sobre las rutas del metal. Siendo así como llegaría a hacerse Fenicia la dueña del Mediterráneo y del comercio, en estos siglos de comienzos del Hierro; tiempos en los que vendrían hasta nuestras tierras los nuevos colonizadores.
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Colonos a quienes tenemos perfectamente localizados y estudiados cuando proceden de Fenicia; pero entre los que también aparecen gentes "descononidas" a las que llamamos simplemente "orientalizantes". Pueblos de origen o tadición micenia, venidos fundamentalmente a través de Chipre, huyendo de la expansión del Hierro. Culturas "orientalizantes" que desde el siglo XI a.C. trajeron a nuestra Península -entre muchas otras cosas- el sistema de escritura y seguramente su idioma. Navegantes y comerciantes obligados a huir de sus islas durante las invasiones dorias y la expansión de los pueblos del Hierro; quienes, como hemos dicho, se asociarían en gran parte con los fenicios (buscando protección en la Chipre "tutelada" por los púnicos). Viniéndo de ese modo muchos de ellos a vivir a nuestras costas del Sur, dando así comienzo al denominado Periodo Orientalizante ibérico.
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Gentes desde las que se forjaría de forma cierta lo que se conoce como Tartessos. Civilización del Suroeste peninsular que no es más que el reflejo de los sucesos que desde el siglo XI al VI a.C. ocurren en el Oriente del Mediterráneo. Siendo estos hechos como ya sabemos, la aparición de los dorios en el Egeo por efecto del nuevo metal y de las armas más eficientes; frente a la eclosión y el dominio comercial en los mares por parte de los fenicios (asentados en las costas de la actual Siria y Jordania). Dorios que tras el siglo VI a.C. se "convierten" en lo que conocemos como griegos. Y fenicios que desde el siglo X a.C. advierten un progreso desorbitado, haciéndose los dueños del mar en el Mediterráneo. Ello, hasta que fueran repetidamente invadidos por los asirios (desde los siglos VII al VI a.C.), debiendo huir finalmente en masa hacia su "colonia" Cartago -que pasaría a heredar el potencial marino de Fenicia, gobernado las rutas y tierras lejanas del metal (como lo eran las de la Península Ibérica)-.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Abajo,
uno de los famosos pectorales del Tesoro de El Carambolo (periodo orientalizante, cir. siglo VII a.C.), tal como actualmente expone en reprocucción el Museo Arqueológico del Sevilla -al que agradecemos nos permita divulgar su imágen-. Al lado: Dos lingotes de cobre en forma de hacha doble (o piel de buey) procedentes de Creta central y Este, fechados entre el 1650 y el 1450 a.C. (propiedad del Museo de Herakleion al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). En nuestro blog denominado LO INVISIBLE EN EL ARTE, venimos mostrando y demostrando que gran parte de la cultura ibérica (concretamente la del Sur Peninsular) procede de Creta y de Chipre. De un igual modo, los alfabetos usados por los iberos tienen el mismo origen egeo (concretamente, cretochipriotas). Todo ello hace pensar que el idioma que escribieron estos iberos en aquellos signarios procedentes de esas islas, fuera una lengua hablada en Creta y en Chipre. Bien un eteo cretense -o eteochipriota- de origen protoindoeuropeo. O de lo contrario, un griego muy arcaico como el que se habló hasta el siglo IV a.C. en Chipre (de rama arcadia). Para más información sobre estos paralelismos entre la cultura ibérica y las del Egeo ver el mencionado blog: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/



Pero regresemos al libro "Textos iberos" que comentábamos, donde Mario Gómez-Morán nos dice que la gramática de este idioma escrito ha de ser sumamente sencilla, pese a que se acercáría a las de los dialectos más arcaicos jonios y dorios. A ello añadiríamos que evidentemente el idioma ibero parece que debe tener una gramática muy elemental; un hecho manifiesto en su simplicidad de signos. Ello porque ya dijimos cómo está redactado en un silabario que excluye varios sonidos. De tal modo, hemos de recordar que la "B" y la "P" son un mismo signo indistintamente; tanto como la "D", "T" y "Z" se engloban en unos caracteres iguales, y de una misma forma se escriben los fonemas "K", "J", "G". A todo lo que se suma que solo tenga cinco vocales y siete consonantes más (L, M, N, R, RR, S, SH); lo que compone un idioma escrito con un máximo de quince "letras". Algo que incluso se reduce en algunas opiniones, ya que hay autores que niegan la existencia de la "M", de la "RR" y de la "SH" como verdaderas letras (considerándolas signos especiales o rituales). Todo lo que obliga a pensar que si su signario es tan precario, la gramática ibérica ha de ser muy sencilla, puesto que de lo contrario nada se entendería.
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Puesto que como venimos estudiando el idioma de los iberos podía escribir cinco vocales y diez sonidos oclusivos; siendo aquello un conjunto fonético muy corto en recursos y posibilidades. Más aún en esta época y ante lenguas como la griega; que distinguían infinidad de vocales, componiendo unas y otras con diptongos, conteniendo además casi una veintena de consonantes. Por lo que frente a abecedarios de más de veinticinco letras, como fueron comunes por aquel entonces; los alfasilabarios peninsulares eran muy reducidos. Tanto que el usado para escribir la lengua peninsular de origen griego y que se dio en Levante (el llamado greco-ibérico), pierde dos vocales al llegar a nuestras tierras; quedando reducido en once oclusivas, de las cuales dos son repetidas (la "sh" y la "rr", de las que se duda fueran verdaderas letras). Todo lo que obliga a pensar que se trata de una lengua esquematizada o simplificada.
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Así, ante estos alfasilabarios o alfabetos tan precarios y cuando nos cuestionamos a qué se debió esta falta de sonidos y signos, nos viene a la mente una principal respuesta. Creyendo que este hecho -en nuestra opinión-, surge por ser el que llamamos "ibero" en realidad un idioma extranjero; importado y hasta quizás no hablado (nos referimos a que no fuera el comunmente extendido entre los habitantes de entonces). Una lengua impuesta o traida por colonizadores y que posiblemente cumpliría unas funciones similares a las que tuvo el latín tras la pérdida de su uso común. Utilizada supuestamente para poder entenderse los distintos iberos entre sí, entre aquellos y los extranjeros; o bien tan solo para ser escrita y usada como medio de poder acordar determinados temas (con los colonos o entre las tribus peninsulares -que posiblemente hablaban muy diferentes lenguas-). Explicando ello el por qué nos enfrentamos a unos escritos que apenas tienen una fonética plausible; tanto que el sonido "B" y "P" es el mismo; al igual que todas las dentales se escriben de un solo modo ("T", "D", "Z", "TH") o las guturales son un igual signo (sin distinguie que sean "G", "K", "J").
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Este hecho nos enseña como el ibero es un "idioma" creado y adoptado en la Península (no desarrollado de un "modo natural"); lo que pudiera parecernos un tema pequeño, aunque en realidad es una clave que debe hacernos entender el tipo de escritura que hemos de traducir. Unos textos que en mi opinión no pertenecen a un verdadero idoma estructurado y redactado lingüisticamente, sino a una "aproximación" a una lengua. Entendiendo lo que es una "aproximación" como aquello que se puede o se sabe escribir -de cuanto se oye o se habla-. Algo que los músicos conocemos sobradamente, puesto que hasta la creación y perfeccionamiento del solfeo (en los siglos XVIII y XIX), las formas de escritura musicales eran muy imperfectas. Ello no significaba que no se supiera tocar o componer obras complejas, sino simplemente que no se podían escribir. Lo que obligaba a mantener una música recogida en papel muy simple y expresada en "pneumas" que servían casi como acentos musicales, sin poder escriturar ritmo ni medidas completas. Todo ello hizo que la música considerada "culta" o "admitida" por el clero (redactada y para ser leida), fuera tan sencilla como antigua. Conservánsose así tan solo melodías o modos judíos y bizantinos, datados en el II y I milenio a.C.; algo que no pudo superarse hasta la aparición de la escritura gótica con un tipo nuevo solfeo.



AL LADO:
Una de las deidades más curiosas y estudiadas de la Antigüedad es este dios del lingote, hallado en la ciudad chipriota de Enkomi y que actualmente se exhibe en el museo de Nicosia. Una reproducción de él se halla en el Museo Arqueológico de Sevilla (que traemos a imagen, agradeciendo nos permitan divulrgarla); habida cuenta que muchos investigadores han estudiado su significado, relacionándolo con el de los pectorales de El Carambolo. Entre ellos así lo hizo, la profesora Marín Ceballos (de la universidad de Sevilla); quien ha analizado el posible sentido de esta deidad. Llegando a la conclusión de que se trata de un dios del metal y de la fragua (un tipo de Vulcanos muy primitivo) fechándolo con anterioridad al 1200 a.C. -incluso llegando a creer que pueda ser del siglo XVII a.C.-. Un "Schmid God" o "divinidad de herreros" que se eleva sobre un lingote del tipo piel de buey. Talento cretense o ponderal egeo, en el que se fundían los bloques de cobre entre las culturas cretochipriotas y que son iguales en su forma a la de los pectorales del Tesoro de El Carambolo. Todo lo que hace suponer una vez más que la cultura tartessia (a través de la que se introdujo la escritura en la Península) es de origen Egeo y más concretamente, muy cercana a la de Chipre.
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ABAJO: De nuevo traemos uno de los múltiples cuadros esquemáticos en los que hemos recogido varios signos comparados: Ibéricos, chipriotas, cretenses y anatolios (hititas y luwitas). Veremos en el presente esquema que el alfasilabario peninsular procede claramente de los cretochipriotas o egeos; algo que nos obliga a pensar que quizás el idioma en que fueron redactados tuviese un mismo origen. Una lengua que en opinión de Mario Gómez-Morán es un griego arcaico; aunque en la mia se trata de un eteocretense o un eteochipriota, próximo al hitita o al luwio (protoindoeuropeo y cercano a los idiomas micénicos, relacionado a su vez con el vascuence).




Estos ejemplos que hemos puesto anteriormente con la música creemos que son suficientemente expresivos para entender lo que es poder transportar a la escritura los sonidos. Trantandose en el caso que tratamos de los sonidos de un idioma trasliterados a letras o sílabas; signos que cuando hablamos del ibero están recogidos apenas con diez consonantes y cinco vocales. Lo que creemos confundió muchos fonemas que evidentemente hubo de tener el habla de los habitantes peninsulares. Puesto que al escribir "JA" igual que "KA", debió ser muy difícil no errar y mezclar palabras. Un modo de comunicarse que quizás no diferencuase bien la "TH" con la "T"; pero que no podemos entender como no llegaba a distinguir la "J" de la "G" ni de la "K"; o la "T" de la "Z" y de la "D"; ni la "P" de la "B". Todo lo que demuestra -tal como pensamos- que este alfabeto o alfasilabario usado por los que vivían en nuestras tierras, antes de la llegada de los romanos; es un rústico y limitado medio de recoger una parte de un idioma. Lengua que debió ser mucho más rica en sonidos, pero que no se pudo trascribir de un mejor modo.

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Parte o fragmento de un habla, que se habría preparado para redactar determinados documentos o escritos (con carácter religioso, conmemorativo o legislativo). Usando los iberos este reducido alfabeto (o silábico) para pactar, destacar hechos y fechas, o para recoger nombres de personas, junto a pequeños acontecimientos que refieren su inscripción. Siendo todo ello una gramática muy cercana a la que pueda contener cualquier lenguaje lapidario, o idioma referido a acuerdos y pactos. Una forma de hablar que principalmente contendría nombres, topónimos, fechas y menciones a acontecimientos; prescindiendo normalmente de grandes flexiones gramaticales y de dificultades lingüisticas. Siendo así el idioma escrito de los iberos un simple medio de recordar batallas, pactos, héroes, jefes, familiares fallecidos y dioses. No pudiendo ir mucho más allá de recoger una frase en la que haya conjugaciones muy simples; formas que indiquen una persona, un hecho o un acuerdo que haya de insacribirse (por motivos religiosos, tribales o sociales). Siendo ella la razón por la cual pienso -personalmente- que la gramática de los textos iberos ha de ser más que sencilla: Simple.

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Pero volviendo al libro que comentamos de Mario Gómez-Morán, observamos que este autor cree que las palabras son aglutinadas de un modo bien conjugado. Aglutinación de vocablos que se recogerían entre estos bloques separados por lineas verticales y a modo de columnas (::), siendo cada bloque una frase. Algo que no compartimos, pero que en su caso es el origen de la teoría para su método de traducción; viendo en cada "entrada" o "grupo" separado de signos, una verdadera frase -con un mensaje bien estructurado-. Es decir, que para expresar: "PACTAMOS ENTRE LOS IACETANOS"; unirían de manera conjugada las voces de esa frase, poniéndola dentro de esos signos separadores y escribiendo algo como: ::ENTREIACETANOSPACTO:: . Algo que obliga a quien desdeara traducir de este modo el ibero, a disgregar y diseminar cada palabra; separando primero una por una las voces entre aquellas que intuimos; para luego hallar el probable significado. Todo lo que supone más un laberinto de letras inacabable, que un verdadero método que no deje la teoría en hipótesis; habida cuenta de que simplemente la frase tan sencilla recogida en nuestro idioma arriba puede leerse de múltiples formas ("en treia ceta nospac to"; "entreia ceta nos pacto"; "entre iace ta nospacto"; etc, por ejemplo) .

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Por lo demás, afirma al final de su segunda hoja, que aquellos simplificados alfasilabarios carecen de cualquier regla ortográfica. Algo que procede entre otros motivos de esa sencillez de sonidos. Pero a su vez le suma la complicada fórmula de creer que sus vocablos se escribieron tal como se pronunciaban las palabras (sin haberse definido todavía una estructura ortográfica que separase los sonidos de la epigrafía y la diferenciada del idioma hablado -como sucedía en el griego-). Llegando en su opinión a crear crasis con los metaplasmos; lo que se traduciría como la falta o unión de una misma vocal, a final y principio de palabra. Es decir, que para escibir: "Elena aquí investiga alemán"; recogerían de un modo aglutinado y seguido el siguiente bloque: "Elenaquinvestigalemán". Todo lo cual produce un idioma inscrito en el que en unos pocos signos han de contenerse y traducirse varias voces; habida cuenta de que unen las palabras, redactando el idioma tal como suena (lengua que como sabemos, considera es un griego arcaico de tipo jonio).

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Basándose en estas reglas, nos dará unas fórmulas gramaticales para traducir el ibero, que en la siguiente entrada trataremos. Pese a que tal como decimos, en mi personal opinión, la lengua en que escribieron los habitantes peninsulares prerromanos no era una nacida del griego; sinó una precursora del idioma heleno. Ello por creer yo que el idioma allí redactado es un eteo-micénico o eteo-chipriota, más cercano al hitita que al dialecto dorio (o al arcadio). Lengua que pudo estar muy emparentada con la que se hablaría (o se "hablarían") en la Península antes de la llegada de los romanos y que se reduciría o se simplificaría para ser escrita.

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